Reseña de la Obra, por Antonio Landauro.

Reseña de la obra

Su obra pictórica está henchida de fuerza y expresión, cromatismo e intensidad. Afuera está el mundo hermoso y aplastante; dentro, el alma del hombre y sus múltiples vivencias. Entre ambos, el talento del creador constituye una especie de puente mágico. El océano de Drago es intenso, turbulento, expresivo y personal, como debe ser toda propuesta artística. Un abismo profundamente humano, emotivo y mordaz se nos devela con la rotundez de la sinceridad; pues en su pintura por lo general de grandes dimensiones van de la mano la inquietud interior, el desgarro y la crítica rotunda a nuestro tiempo, a nuestra sociedad, a la realidad que tanto nos duele y todo lo que ello implica. Las imágenes que traducen sentimientos de inquietud a plenitud, van más allá de lo anecdótico, poseen un cromatismo y una línea que se tuerce y retuerce, que brilla, se esconde y vuelve a relucir. Hay colores sombríos, opacos y relucientes, matizados, combinados, sugeridos, en manchas o pinceladas vigorosas. Drago construye su mundo iconográfico mezclando candor, ironía, nunca olvidando los elementos que brinda el mundo sensible, adosándole una fauna personal a veces indescriptible, respondiendo a su más recóndito sentir para el que bastan formas reconocibles. El trazo y color de gran intensidad son a veces exagerados como para sentirlos con vida propia. No cabe duda que en su obra se cuestiona la falsa moral del tiempo, la hipócrita convencionalidad, la agonizante humanidad que a diario nos abruma y nos toca las fibras del alma. La gente debe comprender el elemento de reproche y compromiso humano que se esconde detrás de su mensaje plástico. En hora buena. Antonio Landauro (escritor, dramaturgo, colaborador del diario El Mercurio, Premio Asociación de críticos y comentaristas de Arte en Miami, Usa 1983, 1985.